Reflexión del Salmo 26 de Fray Francisco

“EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN, ¿A QUIÉN TEMERÉ?”
En más de una ocasión hemos escuchado la expresión “sólo a Dios le vamos a rendir cuenta de nuestra vida”. Esta afirmación nos debe llevar a confiar plenamente en el Amor y Misericordia del Señor. Si realmente nos hemos equivocado nos queda el hecho de reconocer nuestros propios errores y lograr enmendar. Sabemos que la vida se agita por las acciones de los hombres, por nuestras propias acciones y somos responsables de las consecuencias de las mismas; pero nada nos debe confundir y mucho menos desanimar: “El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
El Señor nos dice que nos abandonemos en sus manos, Él será el centinela en nuestra vida, así tendremos la certeza de caminar con seguridad y confianza. Si optamos por un abandono total en el Señor las soluciones ante los problemas se encontraran con mayor facilidad, porque caminaremos según los designios del Señor. Se cumplirán no nuestros deseos egoístas sino el deseo y querer del Señor. Que en nuestro corazón comience a inscribirse las palabras CONFIO EN TI SEÑOR: “Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo”.
Que nuestro pensamiento esté centrado en el Señor, escuchándolo, conociéndolo y amándolo, así evitaremos toda preocupación del presente y dejar la suerte de nuestra vida en sus manos. Abandónate confiadamente el Señor y descansa en Él: “Nada te turbe, Nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. (Santa Teresa de Ávila).
Confía más en el Señor. Destierra todo aquello que esté haciendo daño a tu vida, saca de ti todo aquello que te quiere alejar del Señor. Opta la sencillez, humildad y confianza de un niño abandonado en los brazos de su madre. Los brazos del Señor se abren como los brazos de la madre, para proteger, amar y consolar. No tengas miedo que el Señor te ama, ora por ti y vigila tus pasos; porque nuestro Señor quiere para nosotros la vida eterna y nos espera en su casa, en la casa del Padre de las misericordias: “Tu bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Con afecto y cariño: Fray Pacho Gómez. Franciscano.

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